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“El futuro ya no es lo que antes era”… ¿qué cabe anticipar de la nueva normalidad que emergerá de la actual crisis?

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“El futuro ya no es lo que antes era”

Paul Valéry (1937)

En un mundo cada vez más globalizado e interconectado, tanto virtual como físicamente, los efectos del COVID-19 pasaron de ser un problema de salud pública a convertirse a una crisis financiera, económica, social, política y soberana, a nivel mundial y de la cual aún no se vislumbra una salida en el corto plazo.  

Afortunadamente, esta pandemia que hoy arrasa al mundo entero pasará… La fragilidad de los ecosistemas que sustentan la actividad comercial y económica de hoy será superada y emergerán sistemas más fuertes y resilientes, más preparados para enfrentar los imponderables de hoy. Países, organizaciones y personas aprenderemos a modificar las formas de interrelación con los demás, cómo realizar nuestras actividades cotidianas, y sobre todo redefiniremos las preferencias y valores que modelarán nuestras conductas y necesidades, así como las oportunidades que surgirán en esta realidad diferente… algunos ya han empezado a referirse a ésta como la “nueva normalidad”.

En una serie de artículos publicados en este mes de Abril, la gente de McKinsey nos presenta un conjunto de perspectivas particularmente iluminadoras sobre los retos que esta crisis generará para las organizaciones actuales y futuras. Uno de estos artículos, titulado precisamente “El futuro ya no es lo que antes era: Ideas sobre la forma que tendrá la próxima normalidad” nos habla de algunos elementos clave que estarán muy presentes en la inédita realidad que emergerá de esta crisis, y que los líderes empresariales deberán incluir en sus agendas, al prepararse para enfrentarla.  De acuerdo con la visión de McKinsey, siete serán los elementos que definirán esta nueva normalidad:

Sobre la vuelta al distanciamiento, la crisis del COVID-19 ha venido a reforzar la tendencia en muchos países por ejercer más control sobre el influjo de bienes y personas hacia sus economías/sociedades, instaurando esquemas proteccionistas de sus mercados, y mayores restricciones migratorias y visado, creando mayores distancias entre sus nacionales y el resto del mundo. Para el comercio, estas restricciones afectarán sensiblemente las cadenas de suministro que buscarán hacerse más resistentes y confiables, privilegiando la cercanía de lo local frente a las fuentes globales que, aunque menos costosas, pueden ser más inciertas.

La resiliencia, entendida como la habilidad de absorber un golpe y regresar en igual o mejor forma que antes, será vital para sobrevivir y progresar a largo plazo. Cuando las organizaciones se preparan para fortalecerse internamente y así soportar adversidades imprevistas, tienen mejores probabilidades para superar las crisis, pero la mayor parte de las veces, la preparación previa no es suficiente… Repensar toda la organización, lo que ésta hace y cómo lo hace, y redefinir las nuevas prioridades que aseguren la continuidad del negocio, más allá de los tradicionales criterios de eficiencia y optimización de costos, será crucial.

En línea con lo anterior, veremos el auge de una economía menos presencial, más ‘contact-free’, en la cual tres áreas en particular tendrán la oportunidad de convertirse en los nuevos estándares del futuro, a saber: el comercio digital, la telemedicina y la automatización. Las cuarentenas obligatorias han forzado un cambio en los hábitos de compra de la gente, impulsando enormemente al e-commerce, cuyas transacciones son más convenientes, cómodas y menos riesgosas que la transacción presencial… Igual sorprenden los resultados de la telemedicina y la salud virtual en este lapso: la demanda de servicios médicos virtuales se ha visto incrementada enormemente, al tiempo que los gobiernos flexibilizan sus regulaciones sanitarias e invierten en mejoras a la conectividad que facilite el acceso a estos servicios. De forma similar, la automatización de las operaciones - ya en marcha mucho antes del COVID-19- se intensificará, afectando entre 400 a 800 millones de puestos de trabajo globalmente, tanto para eliminar ocupaciones innecesarias como para crear nuevas posiciones.

Estos cambios no llegarán sin costos…Uno de ellos será el creciente rol de los gobiernos en la economía, una vez materializados los apoyos económicos y financieros otorgados por los gobiernos para financiar los programas de estímulo a los sectores más afectados: bienes y servicios que cubran las necesidades más básicas de la población, preservación del empleo y apoyos a las empresas para sobrevivir la crisis. Bajo formas y propuestas muy diversas, veremos a los gobiernos asumiendo roles mucho más activos en el control de la economía y la sociedad en general.

Derivado parcialmente de lo anterior, cabrá esperar por parte de la sociedad un escrutinio mucho más estrecho sobre la gestión empresarial, para explicar los usos dados a los US$ 10,6 billones que, a la fecha, ya han comprometido los gobiernos. Estos aportes se canalizarán a través de las instituciones del sistema financiero mundial, así como de un sinnúmero de organizaciones que recibirán tales aportes de origen público, y como serán finalmente pagados por la población mediante altísimos impuestos por más de una década, veremos crecientes exigencias por mayor transparencia operativa y adecuados procedimientos de gobernanza empresarial.

Qué tan profundos serán los cambios en la estructura de las industrias, en el comportamiento de los consumidores, en las posiciones de mercado y lo atractivo de los sectores dependerá mayormente de la habilidad de cada organización para resurgir de la crisis y adaptarse a las nuevas condiciones:  redefinir prioridades empresariales y procesos críticos de la operación, atender aspectos tales como la distancia física, la salud y la privacidad como parámetros que afectan las actitudes del consumidor, y evaluar la viabilidad de mantener las posiciones de mercado previas a la crisis, sin un esfuerzo significativo por reposicionarse y responder a las demandas del entorno.

Finalmente, mirar con esperanza positiva cuáles oportunidades y compensaciones pudieran abrirse para uno, más allá de la catástrofe. Entre todas las situaciones post-COVID 19, valdrá la pena analizar todo aquello que favorezca la conectividad, dada la necesidad humana de comunicarse a pesar del distanciamiento físico; las ventajas derivables de la consolidación de la operación remota que, a muy alto nivel y a gran velocidad, posibilita una gerencia más efectiva y una fuerza de trabajo más flexible; y finalmente, aprender forzadamente a operar de forma diferente nos ha dado una percepción más clara sobre lo que realmente puede hacerse (y lo que no) más allá de los procesos tradicionales de negocio, optimizando los mismos y/o cambiarlos por otros más eficientes.

¿Cuál será la forma de este futuro que enfrentaremos?

A fin de cuentas, todo dependerá de las elecciones que hagamos. Aunque nada es inevitable, lo más probable es que tengamos una normalidad que estará matizada por las decisiones tomadas por individuos, empresas, organizaciones, gobiernos y países, en función de sus preferencias, valores y recursos disponibles, fluctuando entre escenarios altamente deseables de crecimiento y prosperidad, y otros más proclives a la desigualdad y la pobreza. Optimismo y arrojo quizá sean las cualidades que más necesitaremos al tomar las decisiones que darán forma a este nuevo mundo, a la nueva normalidad.

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